jueves, 2 de mayo de 2013

Otras serendipias: Las serendipias literarias.


A lo largo de la toda la Historia de la Literatura se han ido sucediendo casos de profecías involuntarias que han ido dejando boquiabiertos a lectores de todos los tiempos. Ha ocurrido en poquísimas ocasiones, pero los aciertos de determinados escritores han provocado ríos de tinta. Son las serendipias literarias.


Aunque la Real Academia de la Lengua no recoge el término de serendipia, el Diccionario del Español Actual se hace eco de “serendipidad”, definiéndola como: Facultad de hacer un descubrimiento o un hallazgo afortunado de manera accidental. El vocablo proviene del inglés serendipity, neologismo acuñado en 1754 por el político, escritor y arquitecto Horace Walpole a partir de un cuento persa titulado Los tres príncipes de Serendip.

En este cuento, los protagonistas, todos soberanos de la isla Serendip (actual Sri Lanka), solucionaban sus problemas a través de increíbles casualidades. A partir de este relato, Walpole inventó la citada palabra, tal y como explicó en una carta, fechada el 28 de enero de 1754, al diplomático Horace Mann: ‘Leí en una ocasión un cuentecillo titulado Los tres príncipes de Serendip: en él sus altezas realizaban continuos descubrimientos en sus viajes, descubrimientos por accidente y sagacidad de cosas que en principio no buscaban: por ejemplo, uno de ellos descubría que una mula ciega del ojo derecho recorría constantemente el mismo camino porque la hierba estaba más raída por el lado izquierdo. ¿Comprende ahora qué es serendipia?’.

Con el paso de los años, el término fue cogiendo relevancia entre la población anglosajona, expandiéndose tanto que en 1955 la revista Scientific American lo adoptó como acepción para referirse a cualquier descubrimiento científico realizado de forma casual.

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