En literatura la palabra serendipia
designa aquellos textos que han adelantado acontecimientos sin que sus autores
fueran, en principio, conscientes de sus dotes proféticas. Y no nos referimos a
las llamadas novelas de anticipación,
como podrían ser las de Julio Verne, Arthur C.Clarke o H.G.Wells, autores que
de alguna forma supieron hacer prospectiva en los campos científicos objeto de
sus obras, sino a vaticinios mucho más extraños.
De igual modo, la expresión
serendipia literaria tampoco hace alusión a las intuiciones que ciertos autores
hicieron sobre sus propias vidas, como ejemplifica el caso de aquel Mark Twain
que pasó los últimos días de su vida repitiendo eso de ‘yo nací con el cometa y
me iré con él’, y que murió el 21 de abril de 1910, justo cuando el Halley
surcaba nuestro cielo.
Todo lo contrario, la auténtica serendipia
literariaes aquella en la que no existe ninguna intención profética en las
palabras escritas o dichas por el autor. El caso de Jonathan Swift es, sin
ningún género de dudas, el más representativo. El irlandés, de quien se ha
dicho que era un iniciado en asuntos esotéricos, consiguió la gloria literaria
con Los viajes de Gulliver. Sin
embargo, lo que más interés ha despertado es la parte en que se habla de dos
estrellas menores, que orbitarían alrededor de Marte, a las que el autor
bautizó como “Miedo” y “Terror” y a las que describe de un modo muy similar a
lo que, 156 años después, descubrirían los telescopios al divisar las dos lunas
que realmente orbitan Marte, llamadas a partir de entonces Fobos y Deimos (el
equivalente griego a los nombres dados por Switf, Miedo y Terror).
Pese a todas las especulaciones
que esta suerte de premonición han provocado entre astrónomos del mundo entero,
nadie ha elaborado una teoría fiable sobre cómo supo el irlandés de la
existencia de dos satélites en aquel tiempo imposibles de detectar.
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